martes, febrero 13, 2007

¡Pobre ángel!

Despertaste en el suelo iluminado de anís. Aquellas moscas, con alas de hueso, devoran el sexo de un ángel que se posó en tu abultado y viejo vientre; lo tomas entre tus dedos y, la nube, tan verde tan gris tan, maulla en tus ojos sus ojos y no baila; sus lágrimas beben tu piel y el ángel, con su sexo a medio devorar, dibuja el dolor en tu cabeza y roe tus uñas hasta llegar a la carne de tus dedos. Se lo permites. ¡Pobre ángel! Te devora cada dedo.

Las moscas, para evitar que tu dolor se extienda en el aire, cosen tu boca con un largo hilo de seda. No puedes gritar ¡Pobre ángel!, suspiras; no serías capaz de gritar y asustarlo. Sigue alimentándose de ti y sientes ese ardor helado que invade tu brazo; ya no hay carne, sólo huesos. Las moscas invaden tus oídos y bailan dentro, hasta reventar tus tímpanos con el chocar de sus alas tan duras tan muertas tan óseas. ¡Pobre ángel que le han devorado su sexo, sin llegar a saber siquiera si fue hombre o sólo mujer!

Las moscas siguen su fiesta, que ahora está detrás de tus ojos ¡Pobre ángel! Tan hambriento tan frágil, ya se ha comido mis brazos.

Las alas rascan tus ojos y pronto las moscas se alimentan de ellos ¡Pinches moscas! Y ya, aunque quisieras, no puedes gritar; tu boca está sellada por el fino hilo, donde el ángel depositó miles de larvas de moscas-ángel ¡Pinche ángel! No devoran su sexo, lo fornican ¡Pinches moscas! No puedes espantarlos ya; eres hueso cráneo cadáver ni historia. Vas perdiendo la vista, ya no eres iluminado de anís; eres devorado por las moscas óseas y el ángel fornicado. Afuera, en algún lugar, escuchas un llanto, un lloriqueo: ¡Tan joven y tan enfermo, cómo deseo que no hubiera sido tan cerdo!

Algo cae. Huele a flores.

Luego sólo el silencio y miles de larvas invadiéndote; para tí no existió el paraíso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hummm Pobre Ángel sí, no quisera estar en su lugar...

Un saludo.

Conrado Arranz dijo...

Al calor de lo comentado, espero que la laguna creativa no invada en forma de larva tu inquieto cerebro. Ánimo, las historias están sea cual fuere el lugar donde dirijas tu ubicua mirada.