lunes, mayo 10, 2004

Últimamente no me habla. Últimamente, si me habla, peleamos. Extra?o sus palabras y su olor a oficina con café de grano. Extra?o aquellas noches, cuando me leía... novelas, no cuentos. Ensayos, no fábulas. Me ense?ó las capitales de todos los países del mundo. Me hablaba de la historia del tercer Reich y me ense?ó, a los 6 a?os, a manejar una computadora. Me cargaba y me platicaba de sus torneos de Ajedrez, donde era invencible. Me ense?ó a jugar y pronto formé parte de los torneos infantiles de la Universidad, después de muchos triunfos, perdí contra el hijo de su más grande rival y ya jamás me volvió a llevar. Perdí el interés por el ajedrez, aunque seguía jugando con él de vez en cuando. Nunca pude ganarle, siempre fue y será mi ídolo. Nadie podía vencerlo. Además, tiene una memoria increíble; tiene guardado en su memoria el primer capítulo del Quijote, de Cien a?os de Soledad, y de muchas otras obras que yo no puedo retener ni el nombre. Aunque peleemos, aunque se pierda en el jugo reposado, seguirá siendo mi padre y yo lo seguiré admirando por siempre.

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