Ella destruyó la fiebre alegría. Deshizo la vida nuestra, vida nuestra... El calor de la euforia lo heló, la alegría, el llanto, el cálido abrazo, las pláticas largas de noche, las quejas interminables de risa. El calor, el cielo y el infierno nos robó.
Y me despertó; maldita sea esa mujer. Desgraciada será desde hoy; me recordará y me odiará. Yo me retorceré del gozo. Sabrá que yo fui un odio con patas rosadas y sabrá que hoy vuelvo a serlo. Sabrá que aquel que se atreva a robar mi infierno, lo vivirá conmigo. No te vas a morir... Yo, como en el "jardín de los suplicios", sé disfrutar del dolor ajeno, tú serás la prueba.
jueves, junio 10, 2004
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