"La historia de un día"
"Oye cabrón, quiero platicar contigo"
Ah, ?sí? ?y de qué?
"Pues no sé, escoge el tema"
Anda, pinche borracho pendejo, vete mucho a la chingada
Me levanto del banco. Huele a orines y a olvido. En la esquina, en la mesa donde sirven wisky y vino blanco, está el Maestro Rodríguez, hundido en sus lágrimas arenosas, porque nunca ganará el Premio Nacional de Física, en esa misma mesa, frente a él, está el Arquitecto que fuera esposo de la Diputada del Partido Amarillo y, como el maestro, perdido en sus lágrimas plateadas con olor a vino caro, por ella, que lo ha enga?ado con el Ingeniero de Gobierno. A un lado, el amante de Nietszche y su Zaratustra, que duerme en el cuarto abandonado de su pensión, en el colchón con hoyos e ideas muertas. Y frente al amante de Nietszche, el poeta frustrado, calvo y con su saco a cuadros, olvidado en los sesenta. A mi me vacila el piso cuando camino, los banquillos bailan conmigo y las luces serpentean en mis ojos.
"Manuel, ven a esta mesa cabrón, aquí si pensamos"
Entre los bailes y las luces serpenteantes, llego a esa mesa de olvidados pensadores anónimos. Ahogados, siguen contando sus historias. El Maestro Rodríguez habla de su único hijo, olvidado en México. Aquí tiene tres más y los ignora. Su único hijo, es de la única mujer que adoró. El amante nietszcheano toca su cabello e interrumpe al maestro para contar que su mujer lo abandonó por borracho y que además, la herencia que le habían dejado sus padres, la consumió en alcohol y libros viejos. El arquitecto de la mujer infiel del partido amarillo, solo escucha, solo observa. Se levanta tambaleante y se mete al ba?o. El poeta calvo y anticuado, recita su agonía, recita su historia de amor que nunca fue y se pierde en las letras de su vida.
"Tragos de amargo licor, que no me hacen olvidar"
Cantan en la otra esquina. El arquitecto sale del ba?o acompa?ándoles el canto, con el cierre abajo y el alma también. Regresa a la mesa de los pensadores inertes. Yo les cuento la historia del borracho amable. Del borracho que amarran en su casa para que no se salga otra vez a tomar. Del borracho por quien van a la cantina. Del borracho que se preocupa por no tener de qué preocuparse. Del borracho que está perdido en el mar de Dionisio, y que de vez en vez se duerme en una jardinera de Independencia para extraviar su memoria un rato y platicar con los personajes de sus grandiosos libros viejos. De la hija del borracho, que se mete a la cantina, como hoy, buscándome, para llevarme a la casa, amarrarme y no dejarme salir durante tres días, para desintoxicarme del salado mar, del maestro que quiere ganar el Premio de Física, del arquitecto enga?ado, del amante del Zaratustra y del poeta frustrado y además calvo.
"Ándale papi, ya vámonos, ya estás muy tomado, ya son las 12 de la noche y sigues aquí"
Los pensadores viejos y anónimos observan a mi hija con curiosidad, con espanto, la ni?a que se mete a la cantina por su papi, la que lo amarra, la que lo desintoxica. La esposa esperando afuera, para amarrarlo y encerrarlo tres días, para que no vuelva a tomar durante diez, o tal vez quince.
lunes, mayo 31, 2004
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario