Será que me sorprendo con cualquier cosa. Tal vez es que tengo una sobredósis de café en las venas y otro poquito de ego en la cabeza porque intercambié correo electrónico con el Investigador de la UNAM.
No sé. Esto es para el ni?o de los ojos tristes que nunca vendrá, que no existe, que lo inventé para entender que yo tampoco existo, pero que rozó mis ideas con su cara en la carretera. Si un día te encuentro, ni?o de ojos tristes, te gustará saber que el original de la siguiente liberación de mi subconciente, está escrito en espiral -como la vida- en un vaso, que guardaré siempre si es que logro construirte en mis ojos.
No sé. Esto es para el ni?o de los ojos tristes que nunca vendrá, que no existe, que lo inventé para entender que yo tampoco existo, pero que rozó mis ideas con su cara en la carretera. Si un día te encuentro, ni?o de ojos tristes, te gustará saber que el original de la siguiente liberación de mi subconciente, está escrito en espiral -como la vida- en un vaso, que guardaré siempre si es que logro construirte en mis ojos.
Sí, te vi bailando con el perro sin dientes y, aunque el tren aturdía mis ojos, escuché que te divertías, y que tus lágrimas se volvían de cartón. Ya podrás decir que los perros hablan y que yo, efectivamente, platico con la luna. Si te pierdes, podrás seguir las voces de los gatos y las ideas del adúltero sin nombre. Pero... seguirás creyendo que mi cabello es azul y que el cielo que no me envuelve, es de cristal. Pensarás, pues, que ya no alcancé la cortesía de tus labios ni el silencio de tus manos. Y ?Qué bueno que sea así! porque tu dios no es igual a la cruz que invade mi espejo. Imagína: Ayer vi cómo si existe el brindis en la noche, y él, con sus ojos tristes, le devolvió la sonrisa a mi cabeza. Él me dijo -desechando esas palabras que ensordecen, con ese silencio terriblemente encantador- que el perro sin dientes con el que bailabas, era verde y no azul, como yo siempre creí que era... Así que sigue bailando con tu perro verde, porque el ni?o de ojos tristes se robó mis ojos... tal vez también mi corazón.
Karina de Ávila
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