jueves, diciembre 01, 2005

Asesinato

Sesenta. Se escucha una ovación aguda. Uno. Grita una voz grave desde la orilla del coliseo.
Ciento veinte. Otra ovación. Dos. Se escuchan dos voces.

Cincuenta y ocho veces después: Tres mil seiscientos. Sesenta. Se escucha una fiesta. Una voz femenina anuncia alegre
Una.

Ochenta y dos mil ochocientas veces después. Mil trescientas ochenta veces después. Veintitres veces después. La ovación aguda, la ovación grave y la voz femenina se juntan en una gran ovación. Se escucha una fiesta y enseguida el conteo otra vez invade el coliseo.

Segundos después, la voz femenina interrumpe.

No seguiré. La voz los aturde y los detiene. Enseguida se escuchan voces inconformes. No importa si no están de acuerdo, me iré. Se escuchan algunos lloriqueos. Algunas voces agudas insultan a la voz femenina, en vano. Ella sigue hablando. Él disfruta de observar, nosotros sólo seguimos el conteo. Silencio. ?A quién le pagan por venir a contar? Otro silencio. Click. La voz femenina se torna histérica.
?Basta! ?Debemos parar! ?No debemos seguir como esclavos!

Se escuchan susurros. No hay más clicks ni conteos en el coliseo. No hay fiestas ni ovaciones.

Luego de tanto silencio y sin tiempo, una noticia en primera plana de algún periódico sin nombre:

Muere El Tiempo estrellado en el asfalto.
Bajo arraigo domiciliario los segundos, minutos y la hora. No se tienen más sospechosos.

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